Damos por hecho que la música nos encanta. La usamos para motivarnos, concentrarnos, celebrar e incluso para superar momentos difíciles. Sin embargo, existe un pequeño porcentaje de personas para las que escuchar su canción ‘favorita’ no genera ninguna emoción, como si escucharan el ruido blanco de un televisor fuera de señal. No se trata de mal gusto ni de rareza, sino de una condición llamada anhedonia musical específica.
¿Qué es la anhedonia musical específica?
Investigadores de la Universidad de Barcelona y la Universidad de McGill han publicado un estudio que profundiza en las razones por las que algunas personas son inmunes a los encantos de la música. La respuesta no está en sus oídos, sino en una desconexión en los circuitos de su cerebro.
Mediante herramientas como el Cuestionario de Recompensa Musical de Barcelona (BMRQ), los investigadores han identificado a personas con audición perfecta y capacidad para disfrutar de otras fuentes de placer (comida, dinero, sexo), pero que son completamente indiferentes a cualquier canción.
Estas personas pueden reconocer si una canción es triste o alegre, pero no sienten nada. No experimentan escalofríos, ni se les eriza la piel, ni sienten el impulso de moverse al ritmo de la música. Para ellas, la música es simplemente un sonido más, sin ninguna carga emocional.
El sistema de recompensa y la música: una conexión ausente
Los estudios han demostrado que las personas con anhedonia musical específica sí experimentan placer con otras actividades. Al ofrecerles recompensas como dinero, sus cerebros y respuestas fisiológicas (sudoración, frecuencia cardíaca) reaccionan de manera similar a las de los amantes de la música. La diferencia abismal surge al escuchar música.
El problema no es el oído, sino el “cableado” cerebral. El sistema de recompensa, presente en todos los humanos, es el responsable de que sintamos placer al comer chocolate, tener relaciones sexuales o buscar seguridad. Investigaciones previas han demostrado esto mediante experimentos con animales.
Resonancia magnética funcional: la clave para entender la desconexión
Utilizando resonancia magnética funcional (fMRI), los investigadores observaron la actividad cerebral de personas con anhedonia musical mientras escuchaban música. Esta técnica permite visualizar las áreas del cerebro que se activan al recibir un estímulo.
Los resultados mostraron que, al escuchar música, la corteza auditiva (la parte del cerebro que procesa el sonido) se activaba con normalidad. Sin embargo, el núcleo accumbens, una región clave del circuito de recompensa del cerebro, permanecía inactivo. Esta es la zona que se ilumina cuando experimentamos placer al comer, ganar dinero o enamorarnos. En las personas con anhedonia musical, este centro del placer no se activa con la música.
Por lo tanto, el problema reside en las vías cerebrales. La investigación apunta a una desconexión funcional y estructural entre la corteza auditiva (específicamente en el giro temporal superior derecho) y el núcleo accumbens. Es como tener un enchufe y una bombilla que funcionan, pero el cable que los une está dañado o ausente.
Componente genético y musicofilia: las dos caras de la moneda
Un estudio reciente con gemelos sugiere que la sensibilidad a la recompensa musical tiene un componente genético de hasta el 54%. Lo importante es que estos genes son, en su mayoría, independientes de los que regulan la percepción musical o la capacidad general de sentir placer, lo que refuerza la idea de que disfrutar de la música es una capacidad biológica distinta y específica.
También existe el fenómeno opuesto: la musicofilia, una pasión exacerbada y a veces obsesiva por la música. Se han documentado casos de personas que, tras un derrame cerebral o una operación, desarrollaron un deseo compulsivo de escuchar música, algo que antes les era indiferente. Esto demuestra que los circuitos cerebrales específicos pueden tanto anular como potenciar nuestra conexión emocional con la música.
En resumen
La anhedonia musical específica es una condición real que afecta a un pequeño porcentaje de la población. La ciencia ha demostrado que se debe a una desconexión en los circuitos cerebrales del sistema de recompensa, específicamente entre la corteza auditiva y el núcleo accumbens. Este descubrimiento nos ayuda a comprender mejor la complejidad de la conexión entre la música y nuestras emociones, y cómo esta conexión puede variar significativamente entre diferentes individuos.
Fuente: Xataka
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